
Lago Titicaca: dormir en él, conocer sus islas, relacionarse con sus gentes o vestirnos con sus trajes, experiencias inolvidables. La pega: sentirte mercancía en algunos momentos.
Lago Titicaca, el lago navegable más alto del mundo que es compartido por dos países: Perú y Bolivia. Por la parte peruana, la ciudad más cercana es Puno y ese fue nuestro centro de operaciones para esta penúltima etapa del viaje. Al encontrarse a casi 4000 m.s.n.m. teníamos cierto miedo al mal de altura, por suerte el venir de Arequipa que ya se encontraba a cierta altura y de hacer el Trek del Colca que comentamos en el post del lunes, ayudó bastante. Pero para seguir con la misma estructura de los posts dedicados a contar nuestro viaje a Perú en 3 semanas, volvemos a coger el diario de viaje y contaremos paso a paso nuestro día a día. Empecemos.

Salimos pronto de Arequipa, sobre las 5 de la mañana, para tirar dirección a Puno. Realizamos unas cuantas paradas para estirar piernas e ir al lavabo, para acabar llegando a Puno a las 13h. Dejamos las cosas en el hotel para ir a ver algo del centro y buscar algún lugar para comer. Tras comer una pizza, visitar la plaza de armas y la calle principal de Puno, volvemos al hotel ya que necesitamos recargar: recargar los móviles, recargar el powerbank y recargarnos a nosotros y nuestras piernas.
Así como el Trek del Colca y nuestra visita a Arequipa nos ayudaba con el mar de altura, el Trek nos dejó las piernas bastante cargadas y llenas de agujetas. Es por ello que, esa primera tarde en Puno previa al Lago Titicaca, decidimos relajarnos y poder tener las piernas en condiciones para nuestra siguiente excursión. La cena, nos la trajo el chico de la recepción a la habitación del hotel, lo dicho, la ley del mínimo esfuerzo.
Como muchas de las excursiones realizadas durante el viaje, la noche en el lago Titicaca la contratamos mediante Find Local Trips, del que ya hablaré en un futuro en el post de consejos para tu viaje a Perú.
Por primera vez podemos desayunar en el hotel, ya que no se ha quedado excesivamente pronto. Desayunamos, nos preparamos la mochila para dormir fuera y nos pasan a buscar con una furgoneta para ir al puerto, donde nos espera nuestro ferry. Tras comprar unos snacks, partimos dirección a la primera isla a visitar en el Lago Titicaca, Uros.
Uros es un conjunto de islas flotantes, son artificiales y son creadas por ellos mismos. Llegamos a ella, nos explican como construyen las islas, algo de historia y sus costumbres. Al acabar el speech, nos abordan en grupos pequeños y nos invitan a entrar a sus casas. Nos enseñan sus trajes y sus hogares, de hecho, tienen hasta un par de trajes para que te lo puedas probar y hacerte fotos. Al acabar te enseñan lo que dicen que es su trabajo, he visto esos mismos trabajos en la calle más comercial de Puno o Cusco, te ves bastante obligado a comprar debido a que te acaban de abrir la puerta de su casa. En la siguiente parada nos sentimos estafados.
En estas islas de Uros, tienen unos barcos de paja a remo muy característicos. Para ir de una isla de Uros a la capital de Uros, te invitan a subirte en ese barco y estás obligado a pagar 10 soles. Contando que el trayecto no dura ni 5 minutos, que tampoco le pusieron mucho ímpetu para remar o explicar algo al respecto, si podéis evitar cogerlo e ir con el ferry, os lo recomiendo.
Tras la visita a Uros, tocan 3 horas de ferry hasta Amantaní, la isla donde pasaremos la noche. Al llegar, se hace la distribución de turistas y familias, a mi hermana y a mí nos toca en casa de Máxima. Tras las presentaciones, nos lleva a su casa y nos deja acomodarnos mientras ella prepara la comida.
Nos llama a comer, nos sirve la comida, pero no come con nosotros. Nos sirve una sopa de Quinoa y verduras de primero, queso frito con patata hervida de segundo y un té suave de postre. Toca hacer una pequeña siesta antes de subir al templo Pachatata.
Mientras mi hermana se acaba de arreglar, yo bajo a esperar y me encuentro a Máxima, que insiste en enseñarme su faena para que le compre algo. Ella no sabe que, debido a las compras obligadas de Uros, me he quedado sin soles y no dispongo de efectivo. Intento salir de esta situación incómoda, aparece mi hermana y empezamos a tirar dirección al punto de encuentro.
Llegamos al bar del centro de la aldea, donde como no podía ser de otra manera, se encuentra presidido por un campo de fútbol donde hay niños de la aldea jugando con otros turistas como yo. Llueve un poco, nos metemos en el bar, nos explican cómo será la excursión y nos dan la información al respecto. Para la lluvia y empezamos a subir, poco a poco ya que estamos a casi 4200 m.s.n.m., pero sin pausa.
Al llegar arriba tenemos un rato antes de la puesta de sol, hay gente vendiendo souvenirs, víveres y ropa, hecho que me sigue recordando a la par que me molesta, el hecho de no disponer de soles para ayudar a Máxima o poder comprar un agua tras subir caminando. Además, por la noche también habrá discoteca con la gente del pueblo, que menos que podernos hacer una Cusqueña. Nos hacemos todas las fotos hechas y por haber, le damos las tres vueltas al templo para que nos de buena suerte y compartimos experiencias con el resto de personas con las que compartimos ferry. A la que se va el sol, decidimos bajar en busca de Máxima.
Mientras bajamos, aparece el guía, nos pregunta si está todo bien y entonces expongo mi queja. Le comento que falta información a la hora de contratarlo, que no sabía cuánto efectivo tenía y que por ello no le he podido ni comprar nada a mi anfitriona Máxima. Se presta a hacerme un préstamo de 100 soles, se lo agradezco y me quito un peso de encima.
Llegamos a casa de Máxima, nos sirve la cena, le pido que nos muestre su trabajo ya que ahora ya tengo efectivo y le compro un gorro. Tras la cena, nos viste con los vestidos típicos de la isla y nos acompaña hasta la discoteca. En ella, nos ponemos en redonda y cogidos de la mano, mientras damos vueltas y suena la banda. Tras unos bailes y una cerveza, Máxima tampoco tiene muchas ganas de bailar, le proponemos irnos a dormir y nos vamos para casa. No sin antes contemplar un brutal cielo estrellado, el más bonito que jamás he visto.
Despertamos y nos bajamos a la cocina. Máxima está haciendo unas tortitas, que nos acabamos comiendo acompañado de un té. Tras desayunar nos acercamos al puerto, toca despedirse e irse a otra isla del Lago Titicaca, Taquile. En ella comeremos, antes de poner rumbo a Puno de nuevo.
Llegamos a Taquile, tenemos que subir una buena rampa para llegar al centro del pueblo. Nos dejan un rato de tiempo libre en la plaza del pueblo, donde están de fiesta. Vemos sus bailes, compramos souvenirs y desayunamos por segunda vez. Al salir, no queda nadie del grupo y decidimos seguir las indicaciones dadas por el guía a primera hora. Tras encontrarnos con unos cuantos grupos, acabamos encontrando nuestro grupo, ya se disponían a comer. Nos enseñan como sacan una especie de champú de unas plantas, lo ponen en práctica delante nuestro y nos sirven el menú. Trucha con arroz y patatas, sinceramente buenísimo.
Casualmente nos encontramos cerca del puerto para partir dirección Puno. Una buena siesta de dos horas en el ferry, taxi con el guía hasta plaza de armas para devolverle el préstamo y de vuelta al hotel. Por la noche salimos dirección Cusco, por lo que no nos quedan muchas horas en Puno. Aprovechamos la tarde para comprar algunos recuerdos a la familia y poco más, sobre las 9 partimos hacia Cusco.
Y hasta aquí la estancia en Puno y el Lago Titicaca. Como podréis comprobar, esta parada se ha centrado bastante el Lago Titicaca y las tres islas que fuimos a visitar. Entre las agujetas que traíamos el primer día, lo poco que nos gustó la ciudad en sí y los preparatorios antes de salir, a Cusco, la ciudad de Puno poco vimos de ello. Aunque insisto, tampoco nos llamó la atención como para dedicarle un día entero. La semana que viene seguiremos con la última parada de este viaje a Perú por tres semanas, Cusco y sus alrededores (Valle Sagrado, 7 colores y Machu Picchu).