
Final de la Copa Libertadores 2018, una final que tenía que ser un superclásico histórico, acabará pasando a la historia como la Superfinal de la vergüenza. Hoy, tras leer y escuchar todo tipo de informaciones, me gustaría reflexionar en voz alta de todo lo acontecido
Final de la Copa Libertadores 2018, una final Boca – River, una de las máximas rivalidades en el mundo del fútbol para la final de una competición continental. Ya se sabía que la pasión y la rivalidad eran de alto voltaje, de hecho, solo podía acudir al estadio la afición local en ambos encuentros, por lo que no se puede decir que sorprenda que habría tensión entre ambas aficiones/clubes.
Se han visto muchas imágenes, he escuchado tertulias, hay antecedentes parecidos, hubo un “pacto de caballeros” y parece ser que ya hay una resolución sobre que hacer con esta Final de la Copa Libertadores 2018. Pero no quiero entrar ahí, eso le toca a las autoridades competentes, en el post de hoy quiero plasmar mis reflexiones como persona futbolera, como persona dolida por lo visto y como persona preocupada con las posibles soluciones que las autoridades puedan tomar en un futuro. Pasemos a enumerar dichas reflexiones y pongámonos a pensar:
Una oportunidad perdida:
Definitivamente fue la oportunidad para hacer de esta Final de la Copa Libertadores 2018 una fiesta del fútbol, una oda al fútbol real y no al mercantilismo que se ve en Europa. El discurso de que en Europa se llevan los jugadores, pero en Sudamérica queda la pasión por el fútbol, se ve disuelto como un azucarillo tras lo visto este fin de semana pasado.
Lo que se ha podido ver dista mucho de lo que es la pasión por el fútbol, se pueden sacar muchas deducciones con las imágenes vistas durante el fin de semana, pero en ninguna puedo deducir que lo vivido el sábado es pasión por el fútbol. Un ejemplo de pasión, el partido de ida.
En el partido de ida, cuando digo partido digo lo acontecido en el terreno los 90 minutos de juego, disfruté como un enano. Ahí si que vi pasión futbolera, desorden táctico por saltar a la presión, goles y paradas por ir con todo, lesionados, revulsivos, fallos que podrían decantar la vuelta, polémica…y eso sí que es FÚTBOL. Si hubiéramos visto esto el sábado pasado, en el Monumental, hubiera sido una fiesta al fútbol, una oda al fútbol real. Pero no fue así, se perdió una oportunidad y el mundo del fútbol mira a Argentina con tristeza.
Una sociedad podrida:
Hechos como los ocurridos este pasado fin de semana, dejan en evidencia a la sociedad podrida actual. Y no, amigos argentinos, no me refiero a la sociedad argentina como una sociedad podrida sino a la sociedad mundial. De hecho, ya hablé de cómo era el aficionado español en redes sociales en este post. Está claro que cada país refleja esta podredumbre en diferentes actos, dependiendo mucho de la manera de ser en cada territorio, pero de los que estamos hablando son los del pasado fin de semana en Buenos Aires.
Una sociedad individualista, que se encierra en el círculo que defiende las mismas opiniones que yo, pero que solo se vierte odio sobre aquel que no piensa igual. Da igual que los tuyos mientan, siempre encontrarás alguna parte de verdad en el discurso donde apoyarte, pero no le perdonarás ni un mínimo fallo a los otros. No hay empatía
Todo lo del resto nos parece mal, intentamos sacar ventaja en cada acción de la vida, vemos actos ajenos como incomprensibles pero los nuestros siempre tienen un motivo de peso para hacerlo. La ambición individual, el pasar por encima del resto para conseguir mi objetivo, mientras me mentalizo que está bien ya que el fin justifica los medios. Como ejemplo evidente, el de la madre poniendo bengalas dentro de la camiseta de su hija. He visto a bastantes personas por redes justificar dicha acción, hablando que en verdad con el sudor nunca se podría incendiar o que no habría riesgo de muerte. ¿Alguien se cree que esas personas opinarían lo mismo, poniendo escusas de tal calibre, si esa madre no llevará puesta la camiseta del equipo que él apoya? O los mismos hinchas de River el mismo sábado, esperando fuera a los que estaban en la cancha para atacarlos en grupos y robarles las entradas. Claramente, tenemos una sociedad mundial podrida, ya que como dice Gabriel Hugo Lanza en su carta: NOS GANARON LOS VIOLENTOS
La violencia como negocio, un problema:
Hace ya un tiempo que vi un reportaje de Jon Sistiaga donde se analizaban las barras bravas, sus integrantes, su organización, sus cabecillas, su convivencia con las directivas, su poder sobre la comunidad y un montón más de detalles que os invito a ver en dicho documental.
Está claro que todo el mundo está enterado de cuál es el problema con las barras bravas y la violencia en el fútbol. Pero no hay ninguna intención de erradicarlo, ya que hay intereses, la violencia entorno al fútbol se volvió negocio y ahí empieza el problema.
¿Como se va a intentar desmontar todo el chiringuito, si la relación entre barras bravas y poder (directivos del club o políticos) cada vez es más potente? Y no me refiero solo al negocio de la venta de entradas, también a la complicidad en ataques a otros clubes, reprimir a grupos en manifestaciones o ir en apoyo del político que toque, por ejemplo.
Y para ejemplificar mis palabras basta con entrar en la noticia de unos días anteriores al encuentro, donde le incautan 300 entradas, 7 millones de pesos y 186.000 dólares. Esa misma noticia define el motivo del porqué esta gente son un problema para el fútbol, porqué de la violencia se ha hecho un negocio, y como en el caso de los terroristas, mientras siga siendo un negocio, ellos seguirán ejerciendo la violencia.
Instituciones nunca están a la altura:
Hace ya un tiempo que se conoció el FifaGate , donde no solo estaban involucrados miembros de la FIFA, también de otras federaciones como la Conmebol. De hecho, el anterior director de la Conmebol fue condenado a 9 años de cárcel, declarado culpable de conspirar para cometer crimen organizado y de fraude electrónico.
También tenemos la actuación del partido de ida, donde el ir dando bandazos quita seriedad a la organización de la competición y sus responsables. Luego está el caso de este fin de semana en el Monumental, cuando se presionaba a los jugadores de Boca para poder jugar el mismo sábado. Que prioricen el dinero, el no poder posponer la final a cualquier precio, presionar a jugadores que acaban de atacar… deja claro que estas instituciones no están a la altura.
Y por no hablar del dispositivo policial. No conozco Buenos Aires, no he estado en un superclásico nunca, pero he escuchado testimonios (el del chofer del minibús) que dejan claro que fue una emboscada. En el cruce donde empezaron a volar piedras, todas las veces que el chofer ha hecho este trayecto en otros superclásicos, ha habido una valla de madera alta para que los pibes no puedan ver el mini de Boca. Casualmente, en el superclásico de la Final de la Copa Libertadores 2018, la final del mundo como decían algunos, ¿se quita uno de los aspectos más importantes del dispositivo de seguridad? No tiene sentido. Aún que Ocampo, ministro de seguridad de Buenos Aires, ha presentado su dimisión.
Una solución imposible:
Visto lo visto, leído lo leído en redes sociales y escuchado lo escuchado en diferentes programas de televisión, una cosa tengo clara: no hay una solución que deje contento a todos. Si se juega en el Monumental, como si nada hubiera pasado, mala lección se está dando al mundo del fútbol. Si no se juega y se toma la misma decisión que en 2014, se hablará de que Boca se cagó. Si se juega, pero no en las mismas condiciones que se disputó la ida, se estaría favoreciendo a Boca. Lo dicho, una solución imposible.
Si a todo eso le sumamos las actitudes de ambos entornos, donde cada uno busca una solución en la que sacar partido, esto se hace aún más imposible. Vi un vídeo donde los mismos protagonistas que hay ahora, tenían opiniones contrarias sobre lo que es justo, dependiendo de si se habla del caso de 2014 o del fin de semana pasado.
Final de la Copa Libertadores 2018, desprestigiada:
Pase lo que pase, si se acaba jugando o si no, si se juega en Argentina o Paraguay, si sancionan a unos u otros, si dimite el ministro de seguridad o encarcelan a Godoy por lo de las entradas, pase lo que pase, esta Final de la Copa Libertadores 2018 quedó manchada.
Y volvemos a resumir todas las reflexiones planteadas. Que un superclásico en una final de la Libertadores, algo que ansiamos en España con un Barça – Madrid , quede en una vergüenza y no en la fiesta del fútbol, es una oportunidad perdida. Que haya pasado todo lo que ha pasado, incluyendo el incidente de la niña y las bengalas más las justificaciones de después, solo la puede causar una sociedad mundial podrida. Que los delincuentes campen a sus anchas en los estadios, convivan con el poder y se utilicen mutuamente para ganar dinero, deja claro que la violencia es un negocio. Si los responsables de la Conmebol, priorizan el dinero y el espectáculo, a la seguridad de jugadores y aficionados, claramente las instituciones no están a la altura. Si además de eso, ninguna de las dos partes cederá un metro para buscar una solución, no hay solución posible para conseguir que esta Final de la Copa Libertadores 2018 se pueda disputar como se debe, el ganador de esta Copa Libertadores 2018 siempre estará manchado.
Y hasta aquí todos los pensamientos que me han ido viniendo a la cabeza tras lo vivido el pasado fin de semana. Por cuestiones familiares, Boca me tocó de muy pequeño cerca, pero no soy muy fan de los forofismos: me encanta Boca pero más me gusta el fútbol. Por eso, desde que me enteré de esta Final de la Copa Libertadores 2018, me planeé los fines de semana para estar libre en esas fechas y poder ver este pedazo de final. Por desgracia, no se cumplieron las expectativas y me invade la tristeza, el humano siempre te puede decepcionar un poquito más, que pena.